La
locura ha sido tachada de ajena, de
diabólica, de inhumana. Satanizada, habría que remitirnos a los dairenes
(barcos en los cuales se mandaban a altamar a los diagnosticados como locos)
para entender como, en un santiamén, desaparecieron de la faz de la tierra
tantos vagabundos, borrachos, prostitutas e indigentes: todos ellos locos.
También sería interesante saber que en la primera mitad del siglo XIX, la mayor
parte de los integrantes de asilos estaban diagnosticados con esquizofrenia o
locura. Entonces es normal conjeturar que todo aquel deficiente social o
decrépito mental entraría en este grueso, vamos, una excelente excusa para arraigarlos en
sanatorios y dejarlos al sol, como vegetales en mantequilla… ¡Oh cruel
humanidad¡
¿Es
esto sólo digno de estas épocas? A
mediados del siglo XIV, El Bosco plasmó en su famosa pintura: “La extracción de la piedra de la locura”,
la percepción social de la locura y de la credulidad humana. Lo que se
representa en “La extracción de la piedra de la locura” es una especie de operación quirúrgica que se
realizaba durante la Edad
Media, y
que según los testimonios escritos sobre ella, consistía en la extirpación de
una piedra que causaba la necedad del hombre. Se creía que los locos eran
aquellos que tenían una piedra en la cabeza.
Los protagonistas impresos
en la mayoría de los cuadros del Bosco siempre fueron, la humanidad, pero si
entonces la Locura es inhumana, ¿Qué plasmaba El Bosco? Plasmaba a la humanidad
que incurre en el pecado y es condenada al Infierno; donde
vamos ya esclareciendo lo que se entendía por la locura, y al mismo tiempo
comenzamos a exculpar las atrocidades de sujetos que viajaban en los ya
mencionados dairenes.
Sin embargo, es
mejor visto la Locura ya deslindada de la Psicosis y las Esquizofrenias, bien
entendida el concepto de Locura como un goce popular, discriminativo y
elitista, donde “De músicos poetas y locos todos tenemos un poco”.
¿Qué sucede en
realidad? Citando a Lacan: “Freud traza una división de las aguas…entre por una
lado la paranoia y por otro… lo que se llamase parafrenia, que corresponde con
toda exactitud al campo de las esquizofrenias”; continuando: “Psicosis no es
demencia, las Psicosis son, lo que siempre se llamó y legítimamente se continua
llamando: Las Locuras”, entonces ¿Qué es la paranoia? Volvamos a Lacan y desde
su descripción del Paranoico intentemos esclarecer esta turbia ambigüedad: “Un paranoico era un malvado, un
intolerante, un tipo con mal humor, orgullo, desconfianza, susceptibilidad,
sobreestimación de si mismo…. Cuando el paranoico era demasiado paranoico,
llegaba a delirar”.
En supuesto
entendimiento, borroso pero intenso de Psicosis, Locura y Paranoia avancemos un
poco y retomemos a El Bosco.
En la obra “Extrayendo la piedra de la locura”
aparece un falso doctor que en vez de un birrete (usado en actos ceremoniales, por
magistrados, jueces, letrados, abogados, etc.) lleva
un embudo en la cabeza (símbolo de la estulticia),
extrae la piedra de la cabeza de un individuo mayor y grueso que mira hacia
nosotros, aunque en realidad lo que está extrayendo es una flor, un tulipán, que bien podría ser, un tulipán de la
pasión (nombre genérico a un postre popular en Europa, recalco, popular.).
Su bolsa de dinero es
atravesada por un puñal, símbolo de su estafa. Es usado como expresa crítica contra los
que creen estar en posesión del saber (ó del supuesto saber) pero que, al
final, son más ignorantes que aquellos a los que pretende sanar de la supuesta
locura. Un fraile y una monja están presentes también en la escena; la
religiosa lleva un libro cerrado en la cabeza, esto como simbolización del
falo, representado en sabiduría y a las atrocidades de las que se acusaba
fuertemente al clero; esta figura femenina puede ser entendida
igualmente como una bruja con el libro de los conjuros sobre la cabeza; aquí me gustaría
detenerme y hacer mención a las brujas, mujeres, poseídas, médiums y capaces de
anteponer al cuerpo ante los males humanos, es pues, la representación de la
conversión: la histeria. El fraile sostiene un cántaro de vino y por último, un detalle importante en el
lienzo: la siguiente leyenda: “Maestro, extráigame la piedra, mi nombre es Lubber
Das”. Dónde Lubber Das significa, mi nombre es tonto.
¿Quién es el enfermo? ¿El
Loco o el enfermo del médico que lo “puede” curar?
La postura del Psicoanálisis para con el tratamiento
de las llamadas Locuras:
Comencemos
bajo la premisa de Erasmo de Rotterdam, quién decía que el loco, es un
investigador de la locura social donde en la esquizofrenia al fracturarse el
yo, prácticamente no hay distancia entre la Psicología individual y la social,
teniendo el Yo del esquizofrénico fragmentado en los “otros”. Paranoia y poder
son equivalentes, “Nadie ver mejor las propiedades de la masa, que el paranoico
ó el poderoso” dice Elías Canneti, un enfermo mental que expulsado, indefenso y
despreciado, ha pasado sus días aletargado en una institución puede, por los
conocimientos que ayuda a proporcionar, ser mucho más significativo que Hitler
y Napoleón juntos, e iluminar a la humanidad acerca de su maldición y sus
señores” ¿Para qué somos buenos los Psicoanalistas?
La
técnica Psicoanalítica es descartada a fecha, por los fundamentos de su propia
teoría: la transferencia (entiéndase caso Schreber). Donde se postula la poca o
nula capacidad del Loco a transferir, eliminando con esto, la herramienta
fundamental del analista, quién entonces tendrá que lidiar con un yo
fragmentado, buscando un espejo, cual pintura de el Bosco, para no solo
construirse, sino conocerse. Pensemos pues en la metáfora siguiente: Un
psicótico al ver ese espejo propuesto por el analista, no reconocerá a su
padre, a su madre, o a cualquier representación edípica, sino más bien,
encontrará un sinfín de músculos, sangre y nervios, listos para ser convertidos
en delirio, en el mejor de los casos, un delirio que lo permita sostenerse.
Es
claro y cierto que la interpretación y el silencio no funcionan en la Psicosis
y menos si se sostienen en la teoría de la homosexualidad latente; un analista,
puesto, bajo esa forma de pensar la Psicosis, acabará colocando al paciente en
el mismo lugar del médico de Schreber, en el lugar del poder. Dónde los
pacientes Psicóticos, debido al alto grado de dificultad que el análisis
infiere, suelen ser una disputa teórica y clínica. ¿Seremos acaso ese falso
doctor en la pintura del Bosco? Procurando sanar la locura, mediante técnicas
no científicas y con una bata, que a veces la hace de capa.
Como Psicoanalistas habría que escuchar, en
primera escena, la postura de Contardo Calligaris cuando afirma que: La clínica
Psicoanalítica no es una clínica descriptiva ni fenomenológica, sino que es una
clínica estructural, estructural en medida en que el diagnóstico se elabora en
la transferencia. No teniendo un diagnóstico sobre la transferencia del sujeto,
ya que entonces la transferencia sería un fenómeno más. Se trataría más bien de
que en la transferencia que el discurso del analizando organiza, a partir del
lugar en el que el paciente ubica al terapeuta, existe ya un diagnóstico
posible, existe pues una clínica de la psicosis posible. Entendiendo esto
pensaríamos, sin problema alguno, que la clínica de la Psicosis desde el
Psicoanálisis permitiría un diagnóstico del paciente psicótico sin los síntomas
clásicos de las Psicosis. Retomando el caso que nos
atañe, no sería necesario ni el libro del supuesto saber, esa posición
imaginaria del analista, ni la bata e inclusive, ni el sometimiento del
paciente como esclavo del analista en esa relación Hegeliana de amo y esclavo.
¿Qué necesitaría entonces hacer el analista? Una opción quizás viable, sería la
de proporcionar la capacidad de la identificación imaginaria al sujeto
psicótico, a aquel que no le duele nada, que desconfía de todos, incluido de
aquel que le busca extraer la piedra de la locura. Quizás así con la
identificación al otro, no solo queden palabras que no logran atrapar objetos,
así con la imposición de un falo ordenador, se permitirá sustituir a ese padre
simbólico extraviado y no registrado, y que su cuerpo pueda hablar, sin llegar
a la conversión. Habrá que hacer con el paciente un trabajo de tejido de su yo,
sin llegar a proporcionar un self falso, habrá que ser pues, cuidadosos y
mesurados. Concuerdo entonces de nuevo con Contardo Calligaris: “Lo qué más
resultado ha producido es que el analista se ofrezca de soporte idealizado y
amado, con la ayuda de la retórica y del humor, que eso no origine en ellos el
efecto de quedar del otro lado del espejo”, logrando pues poderlos ubicar,
tejerlos en el territorio de la mirada amable del analista.
Pareciese que entonces los Analistas
seguimos buscando aún extraer esa piedra de la locura, sin saber que se quiere
encontrar, donde apenas un tal Lacan y algunos otros han querido ir más allá de
la comodidad de los manuales Psiquiátricos y diagnósticos, donde referimos a
los pacientes Psicóticos a Psiquiatras con la idea de la no disposición de los
pacientes sin un fundamento farmacológico.
En
la obra de Jerónimo Bosch “Extrayendo la piedra de la locura” quedarían claras
algunas puntualizaciones acerca del trabajo del analista en la clínica de la
Psicosis.
· Habría que abandonar la
posición, no sólo del supuesto saber, sino del amo todopoderoso que responde al
clamado: “Maestro, extráigame la piedra de la locura”.
· Sería interesante una
alianza con Lubber Das, el tonto, para, cual niño, de la estulticia nos brote
la amabilidad y con oficio ocupemos el embudo sobre nuestra cabeza. Qué ese tulipán (de la
pasión) extraído al paciente no sea el postre al final del banquete, sino de la
posibilidad de la escucha, no de la búsqueda de la cura.
La
locura pues, ambigua por efecto y por su uso propio, ensanchadora de
intervenciones multidisciplinarias, motivo de películas y poesía, donde la
locura se preguntaría ¿Cómo se vuelve loco el loco?
¿Me preguntáis como me volví
loco? Así sucedió.
Un día mucho antes de que
nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño, y descubrí que me habían
robado todas mis máscaras.
Gibrán
Khalil Gibrán
Bibliografía:
Calaso, R. (2004). El loco impuro, Revista Erinias, Año 1,
Número 1. Puebla Puebla: Escuela Libre de Psicología.
Calligaris, C. (1989). Introducción
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Focuault, M. Historia
de la locura en la época clásica. Fondo de Cultura Económica.
Freud, S. (1911). Puntualizaciones
psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiograficamente.
Buenos Aires: Amorrortu.
Khalil, K. G. (1919). El
loco.
Lacan, J. El
seminario 3, Las Psicosis. Buenos Aires: Paidós.
Montoya, A. (2006). Paisajes de la Locura, México D.F., Paradigma
Nasio, J. D. (1988). Enseñanza
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Rotterdam, E. Elogio a la Locura, Madrid, ESPASA.