3 nov 2011

“¿En busca de la piedra de la locura?” Breve recorrido sobre la Psicosis a partir de la pintura de Jérome Bosch


La locura ha sido tachada  de ajena, de diabólica, de inhumana. Satanizada, habría que remitirnos a los dairenes (barcos en los cuales se mandaban a altamar a los diagnosticados como locos) para entender como, en un santiamén, desaparecieron de la faz de la tierra tantos vagabundos, borrachos, prostitutas e indigentes: todos ellos locos. También sería interesante saber que en la primera mitad del siglo XIX, la mayor parte de los integrantes de asilos estaban diagnosticados con esquizofrenia o locura. Entonces es normal conjeturar que todo aquel deficiente social o decrépito mental entraría en este grueso, vamos,  una excelente excusa para arraigarlos en sanatorios y dejarlos al sol, como vegetales en mantequilla… ¡Oh cruel humanidad¡

¿Es esto sólo digno de estas épocas?  A mediados del siglo XIV, El Bosco plasmó en su famosa pintura: “La extracción de la piedra de la locura”, la percepción social de la locura y de la credulidad humana. Lo que se representa en La extracción de la piedra de la locura” es una especie de operación quirúrgica que se realizaba durante la Edad Media, y que según los testimonios escritos sobre ella, consistía en la extirpación de una piedra que causaba la necedad del hombre. Se creía que los locos eran aquellos que tenían una piedra en la cabeza.

Los protagonistas impresos en la mayoría de los cuadros del Bosco siempre fueron, la humanidad, pero si entonces la Locura es inhumana, ¿Qué plasmaba El Bosco? Plasmaba a la humanidad que incurre en el pecado y es condenada al Infierno; donde vamos ya esclareciendo lo que se entendía por la locura, y al mismo tiempo comenzamos a exculpar las atrocidades de sujetos que viajaban en los ya mencionados dairenes.

Sin embargo, es mejor visto la Locura ya deslindada de la Psicosis y las Esquizofrenias, bien entendida el concepto de Locura como un goce popular, discriminativo y elitista, donde “De músicos poetas y locos todos tenemos un poco”.

¿Qué sucede en realidad? Citando a Lacan: “Freud traza una división de las aguas…entre por una lado la paranoia y por otro… lo que se llamase parafrenia, que corresponde con toda exactitud al campo de las esquizofrenias”; continuando: “Psicosis no es demencia, las Psicosis son, lo que siempre se llamó y legítimamente se continua llamando: Las Locuras”, entonces ¿Qué es la paranoia? Volvamos a Lacan y desde su descripción del Paranoico intentemos esclarecer esta turbia ambigüedad: “Un paranoico era un malvado, un intolerante, un tipo con mal humor, orgullo, desconfianza, susceptibilidad, sobreestimación de si mismo…. Cuando el paranoico era demasiado paranoico, llegaba a delirar”.

En supuesto entendimiento, borroso pero intenso de Psicosis, Locura y Paranoia avancemos un poco y retomemos a El Bosco.

En la obra “Extrayendo la piedra de la locura” aparece un falso doctor que en vez de un birrete (usado en actos ceremoniales, por magistrados, jueces, letrados, abogados, etc.) lleva un embudo en la cabeza (símbolo de la estulticia), extrae la piedra de la cabeza de un individuo mayor y grueso que mira hacia nosotros, aunque en realidad lo que está extrayendo es una flor, un tulipán, que bien podría ser, un tulipán de la pasión (nombre genérico a un postre popular en Europa, recalco, popular.).

Su bolsa de dinero es atravesada por un puñal, símbolo de su estafa. Es usado como expresa crítica contra los que creen estar en posesión del saber (ó del supuesto saber) pero que, al final, son más ignorantes que aquellos a los que pretende sanar de la supuesta locura. Un fraile y una monja están presentes también en la escena; la religiosa lleva un libro cerrado en la cabeza, esto como simbolización del falo, representado en sabiduría y a las atrocidades de las que se acusaba fuertemente al clero; esta figura femenina puede ser entendida igualmente como una bruja con el libro de los conjuros sobre la cabeza; aquí me gustaría detenerme y hacer mención a las brujas, mujeres, poseídas, médiums y capaces de anteponer al cuerpo ante los males humanos, es pues, la representación de la conversión: la histeria. El fraile sostiene un cántaro de vino y por último, un detalle importante en el lienzo: la siguiente leyenda: “Maestro, extráigame la piedra, mi nombre es Lubber Das”. Dónde Lubber Das significa, mi nombre es tonto.

¿Quién es el enfermo? ¿El Loco o el enfermo del médico que lo “puede” curar?

La postura del Psicoanálisis para con el tratamiento de las llamadas Locuras:

            Comencemos bajo la premisa de Erasmo de Rotterdam, quién decía que el loco, es un investigador de la locura social donde en la esquizofrenia al fracturarse el yo, prácticamente no hay distancia entre la Psicología individual y la social, teniendo el Yo del esquizofrénico fragmentado en los “otros”. Paranoia y poder son equivalentes, “Nadie ver mejor las propiedades de la masa, que el paranoico ó el poderoso” dice Elías Canneti, un enfermo mental que expulsado, indefenso y despreciado, ha pasado sus días aletargado en una institución puede, por los conocimientos que ayuda a proporcionar, ser mucho más significativo que Hitler y Napoleón juntos, e iluminar a la humanidad acerca de su maldición y sus señores” ¿Para qué somos buenos los Psicoanalistas?

            La técnica Psicoanalítica es descartada a fecha, por los fundamentos de su propia teoría: la transferencia (entiéndase caso Schreber). Donde se postula la poca o nula capacidad del Loco a transferir, eliminando con esto, la herramienta fundamental del analista, quién entonces tendrá que lidiar con un yo fragmentado, buscando un espejo, cual pintura de el Bosco, para no solo construirse, sino conocerse. Pensemos pues en la metáfora siguiente: Un psicótico al ver ese espejo propuesto por el analista, no reconocerá a su padre, a su madre, o a cualquier representación edípica, sino más bien, encontrará un sinfín de músculos, sangre y nervios, listos para ser convertidos en delirio, en el mejor de los casos, un delirio que lo permita sostenerse.

            Es claro y cierto que la interpretación y el silencio no funcionan en la Psicosis y menos si se sostienen en la teoría de la homosexualidad latente; un analista, puesto, bajo esa forma de pensar la Psicosis, acabará colocando al paciente en el mismo lugar del médico de Schreber, en el lugar del poder. Dónde los pacientes Psicóticos, debido al alto grado de dificultad que el análisis infiere, suelen ser una disputa teórica y clínica. ¿Seremos acaso ese falso doctor en la pintura del Bosco? Procurando sanar la locura, mediante técnicas no científicas y con una bata, que a veces la hace de capa.

        Como Psicoanalistas habría que escuchar, en primera escena, la postura de Contardo Calligaris cuando afirma que: La clínica Psicoanalítica no es una clínica descriptiva ni fenomenológica, sino que es una clínica estructural, estructural en medida en que el diagnóstico se elabora en la transferencia. No teniendo un diagnóstico sobre la transferencia del sujeto, ya que entonces la transferencia sería un fenómeno más. Se trataría más bien de que en la transferencia que el discurso del analizando organiza, a partir del lugar en el que el paciente ubica al terapeuta, existe ya un diagnóstico posible, existe pues una clínica de la psicosis posible. Entendiendo esto pensaríamos, sin problema alguno, que la clínica de la Psicosis desde el Psicoanálisis permitiría un diagnóstico del paciente psicótico sin los síntomas clásicos de las Psicosis. Retomando el caso que nos atañe, no sería necesario ni el libro del supuesto saber, esa posición imaginaria del analista, ni la bata e inclusive, ni el sometimiento del paciente como esclavo del analista en esa relación Hegeliana de amo y esclavo. ¿Qué necesitaría entonces hacer el analista? Una opción quizás viable, sería la de proporcionar la capacidad de la identificación imaginaria al sujeto psicótico, a aquel que no le duele nada, que desconfía de todos, incluido de aquel que le busca extraer la piedra de la locura. Quizás así con la identificación al otro, no solo queden palabras que no logran atrapar objetos, así con la imposición de un falo ordenador, se permitirá sustituir a ese padre simbólico extraviado y no registrado, y que su cuerpo pueda hablar, sin llegar a la conversión. Habrá que hacer con el paciente un trabajo de tejido de su yo, sin llegar a proporcionar un self falso, habrá que ser pues, cuidadosos y mesurados. Concuerdo entonces de nuevo con Contardo Calligaris: “Lo qué más resultado ha producido es que el analista se ofrezca de soporte idealizado y amado, con la ayuda de la retórica y del humor, que eso no origine en ellos el efecto de quedar del otro lado del espejo”, logrando pues poderlos ubicar, tejerlos en el territorio de la mirada amable del analista.

            Pareciese que entonces los Analistas seguimos buscando aún extraer esa piedra de la locura, sin saber que se quiere encontrar, donde apenas un tal Lacan y algunos otros han querido ir más allá de la comodidad de los manuales Psiquiátricos y diagnósticos, donde referimos a los pacientes Psicóticos a Psiquiatras con la idea de la no disposición de los pacientes sin un fundamento farmacológico.

        En la obra de Jerónimo Bosch “Extrayendo la piedra de la locura” quedarían claras algunas puntualizaciones acerca del trabajo del analista en la clínica de la Psicosis.

·                    Habría que abandonar la posición, no sólo del supuesto saber, sino del amo todopoderoso que     responde al clamado: “Maestro, extráigame la piedra de la locura”.

·                         Sería interesante una alianza con Lubber Das, el tonto, para, cual niño, de la estulticia nos brote la amabilidad y con oficio ocupemos el embudo sobre nuestra cabeza.      Qué ese tulipán (de la pasión) extraído al paciente no sea el postre al final del banquete, sino de la posibilidad de la escucha, no de la búsqueda de la cura.

         La locura pues, ambigua por efecto y por su uso propio, ensanchadora de intervenciones multidisciplinarias, motivo de películas y poesía, donde la locura se preguntaría ¿Cómo se vuelve loco el loco?

¿Me preguntáis como me volví loco? Así sucedió.
Un día mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño, y descubrí que me habían robado todas mis máscaras.
                                                                                                        Gibrán Khalil Gibrán
             






Bibliografía:

Calaso, R. (2004). El loco impuro, Revista Erinias, Año 1, Número 1. Puebla Puebla: Escuela Libre de Psicología.
Calligaris, C. (1989). Introducción a una clínica diferencial de las Psicósis. Artmed.
Focuault, M. Historia de la locura en la época clásica. Fondo de Cultura Económica.
Freud, S. (1911). Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiograficamente. Buenos Aires: Amorrortu.
Khalil, K. G. (1919). El loco.
Lacan, J. El seminario 3, Las Psicosis. Buenos Aires: Paidós.
Montoya, A. (2006). Paisajes de la Locura, México D.F., Paradigma
Nasio, J. D. (1988). Enseñanza de siete conceptos cruciales del Psicoanálisis. Buenos Aires: Gedisa.
Rotterdam, E. Elogio a la Locura, Madrid, ESPASA.

 

2 comentarios:

  1. Si, el término falso doctor es un sarcasmo por la ridiculización de la figura del médico.
    Saludos Ivan.

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  2. Si, el término falso doctor es un sarcasmo por la ridiculización de la figura del médico.
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